Un camino.

 

Ana Amado


La vida es un camino.

Objetos que tienen memoria,

si los miras.


Mi hermana me pide relacionar los haiku, a Stevie Wonder y la historia bélica de Scapa Flow, un fondeadero inglés.

Stevie Wonder perdió la vista por exceso de oxígeno en la incubadora al nacer. A los 23, perdió parte del sentido del gusto y del olfato tras un accidente de tráfico. Su madre lo crio sola. Su padre era alcohólico y un maltratador, y la obligaba a prostituirse. Cuando su madre cumple los 30, coge a Stevie y se va. Le compra una radio para que escuche música. Stevie golpea ollas y cucharas mientras el ritmo corre por sus venas. Su madre, Lula Mae Hardaway, le compra entonces una armónica y una batería.

Con trece años compone su primer éxito.

Con trece años yo contaba las horas que me restaban para ir al parque a jugar al escondite.

Con trece años compraba petardos en Belisa, la papelería que había cerca del colegio. Los compraba con tanta gravedad que parecía un ingeniero de demoliciones. Dejó de tener interés para mí, así que durante un verano me volví cleptómano. Sé que sabían que les robaba chucherías, pero aquel hombre que veía crecer conmigo, y que antes de cambiarme al instituto ya contaba canas, nunca me regañó. Pensaría que son cosas de críos. El primer año de universidad, fui con veinte euros a Belisa, con la intención de explicarme. Aquel hombre ya no estaba. No pregunté. Compré un par de libretas con doble pauta y me marché con el cambio. Dejé unas monedas, pero no era lo mismo.

El peso de la mochila.

No son los años, si no el peso de los mismos.

En el fondeadero inglés se cuenta la historia de un ataque de un submarino alemán. El fondeadero está tan bien protegido por la propia orografía que pensaron que un espía los había guiado. El periodista que lo sacó, un tal Curt Riess, dicen que se lo inventó. Otros que fue la propia armada británica para tapar sus vergüenzas. El caso es que un submarino alemán entró en el fondeadero y disparó. Murieron casi 900 almas. Hoy es un destino turístico de comida y estilo de vida slow.

El ataque fue rápido. El submarino alemán maniobró en dos ocasiones para alinearse y disparar.

Hoy me ha llamado mi informante sobre un nuevo episodio de su vida. Se ha abierto ante sus amigos para oficializar su problema. Mientras, leo El año del pensamiento mágico, de Joan Didion, para hacerme una idea de lo que es la vida, la pérdida, el camino, la memoria y la literatura.

Qué pasa si te rechazan, pienso.

Tengo la sensación perpetua de que busco la crítica a todos mis actos. Cuando alguien me responde, lo hace sin argumentos. Y me enerva. 

Antes de ir a comprar saqué un cigarro de un paquete que compré para las navidades, pero que no tenía abierto. Quiero escribir. Las palabras me queman los dedos.

La vida es eso que pasa.

La vida.

Un camino.

La pérdida.

A veces tengo ideaciones con la muerte. 

Kyoshu, un poeta japonés, escribe su último haiku, antes de morir:

Un camino sin retorno:

el saco del vagabundo

no tiene fondo.

Con los dedos congelados por fuera e hirviendo por dentro, mientras el vaho de mi respiración se formaba en inapreciables tornados, he pensado este haiku:

 La vida es un camino.

Objetos que tienen memoria,

al sentirlos.


Como observar una vieja bicicleta, un viejo bolso, unos viejos zapatos, una vieja cartera, un viejo libro. Y darte cuenta de todo lo que has vivido.

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