Los demás.


(c) Rober Amado











Es difícil escoger las palabras después de tanto tiempo mirando hacia otro lado.

Pienso en muchas cosas.

Ahora voy a hacer un video absurdo de menos de treinta segundos.

Pienso en una historia de dos mujeres jóvenes que puedan contar mi experiencia durante 15 años siendo lo que me gustaba mientras trabajan en el yo que soy ahora.

Cosas de adultos.

Ese dibujo lo hice en clase y todavía lo guardo en alguna parte.

Pienso en hacer una serie de pósteres (me gusta más la palabra cartaz ahora que la he descubierto) de ferias y eventos en lugares que conozco pero que nadie me ha pedido. Hice el primero, un dibujo en tamaño A1 de la feria del cocido de Lalín. No le gustó a nadie, y a mí me encantó hacerlo.

He recibido una oferta de trabajo de mi anterior vida. La rechacé. ¿Duele? Solía.

También pienso en androides sin género definido luchando por su identidad en un planeta devastado sin rastro de humanidad. La clave es esa palabra: humanidad.

Tengo una historia pendiente con una mujer que tiene Trastorno Límite de Personalidad. Leí sus diarios y comencé a estructurarla. De eso hace cuatro años. Escribí unas cincuenta páginas. Hace poco me dijo que ella misma la está escribiendo. Me alegré. Y lo mejor es que no pensé en dejar de lado la historia. No sé qué significa eso.

Hoy es la primera vez en años que escribo algo para mí pensando en los demás.

Miento.

Hace años que no pienso en los demás cuando hago algo que me gusta. Y me gusta más de lo que me gustaba cuando lo hacía para los demás. Quizá ése sea el problema.

Los demás.

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