La proxemia de la esclerótica de tu pupila azul.

Cuento sobre la siguiente nota: 
El borracho macarruzo de las bombetas y su novia. Perdió el móvil y tenía voz ronca. La novia revoloteaba alrededor de él y le pedía que le comprara cosas del negro que entró lleno de luces estroboscópicas como si fuera una discoteca ambulante. Me chocaba la mano cerrando el puño como si fuera colega de toda la vida. Hasta llegó a darme un abrazo. 

"¿Qué es la distancia? Sé que nada de lo que verdaderamente concierne al hombre es calculable, pesable o medible. La verdadera distancia no es de la incumbencia del ojo; constituye un privilegio exclusivo del espíritu. Su valor es el valor de la lengua, puesto que es ésta la que une y enlaza las cosas". Antoine Saint Exupery. Piloto de Guerra.

Tiene la voz ronca. Tras los párpados caídos y los lacrimales granates, hay una mirada de niño que nunca supo quién era. 
- ¡Ponme ahí unas bombetas tío! -me grita, pegado a la barra con el torso y los antebrazos, noto cómo sus gotitas de Flügge resbalan sobre mi barba. 
- ¡Eso! ¡Márcate unas bombetas! -acompaña al bufido el colega de gafas de niño mierda y peinado ridículo. 
Viste una chupa de chándal y vaqueros, pero deja el labio caído como si algún día alguien se fijase en él por su hombría. 
- ¡Eh! ¡Un respeto, subnormal! ¡Que el fiera -observo que me señala por el rabillo del ojo- se me respeta! 
-Tranqui, hombre, que sé que me lo decía en plan bien -respondo, parsimonioso, como las últimas cien veces similares a esta en la que el jefe de la tribu se envalentona primero para marcar el nivel de decibelios y luego mantiene a raya a quienes lo sobrepasan. 
-Eso, eso. Lo decía con respeto, tío. 
-Claro que sí, ¡hermano! 
El macarra de mirada de niño se gira y me mira serio. Las bombetas son una mezcla de Red Bull y Jäggermeister. En cuanto saco los chupitos grandes le arqueo una ceja. 
-¡Jefe! Yo creo que vosotros podéis más que esto, ¿no? 
El jefe comienza a aplaudir y a vociferar. De un chimpo pone media cacha en la barra y me abraza. 
- ¡Pero claro que sí me cago en dios! ¡Os dije que este tío era legal! ¡Venga esas bombetas! 
El coro de pupilos le cubre las espaldas. Tres copas en vaso de sidra cargadas hasta arriba, porque un tercero, más corpulento que el jefe y el medio hombre, se ha puesto en primera línea de combate. Detrás una chica, que abraza al jefe, y otros dos hombres que la rodean. El jefe vacía el vaso entero. La mitad en su estómago y la otra corre por su camisa en dirección a la pernera derecha. El medio hombre está fuera de juego en dos sorbos, y ya se tambalea aún estando sentado en el taburete. El tercero le da tres tragos grandes mientras el jefe lo anima. Después se lleva el resto. 
Bailan. 
Entra un vendedor ambulante. Suelen ser extranjeros. 
La chica le pide al jefe que le compre una corona de luces. El jefe le pide cuánto cuesta y no negocia. La chica tiene una corona de luces puesta. 
De vez en cuando el jefe mira hacia la barra. Cuando nos cruzamos la mirada me señala con el índice y luego se golpea el puño en el lado contrario del pecho. Dos golpecitos. Un hermanamiento. 
Bailan. 
Bailan. 
El tercero y los otros dos se van a fuera. El jefe lo agarra de la manga. Al rato el tercero se acerca a la barra acompañado del jefe. 
- ¡Oye! ¡Voy afuera a fumarme un truja! ¿Pasa algo si saco el vaso? 
-No, tranquilo, con tal de que me lo traigas de vuelta, sin fallo. 
- ¡Ahí, joder, ahí! ¿Me cago en la hostia puta! ¡Eres grande, fiera! ¿Te dije que era legal, o no? 
El jefe me da la mano y chocamos como si fuéramos del mismo cuerpo de artillería. Se van fuera. 
La chica baila con el medio hombre, que permanece con las constantes básicas, haciendo movimientos cabeza-tronco muy lentos. 
Entran al cabo de media cajeta de tabaco. 
Bailan. 
El jefe se pone la chaqueta. Se toca los bolsillos. 
- ¿Y mi móvil? ¡Me cago en la puta! ¿Y mi móvil, joder? ¿Habéis visto mi móvil, joder? ¡Mi móvil! 
El grupo entero da vueltas sobre sí mismo como un perro buscando acomodo. Pasan dos canciones hasta que el jefe se acerca a la barra. 
- ¿Has visto mi móvil? ¿Te dejé mi móvil ahí, joder? 
-No. Aquí no dejaste nada. 
Tres canciones más buscando acomodo. Medio hombre suspira y levanta los hombros. El tercero y los dos hombres en la sombra se van. El jefe suspira y grita. La chica le dice que tranquilo, que ya lo encontrarán. 
El club de los cinco se van.

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