Hace mil años.

Ana Amado


"Fue la primera mujer que recibió el premio Nobel, y lo recibió dos veces. 

Fue la primera mujer catedrática de la Sorbona, y durante muchos años la única. 

Y después, cuando ya no podía celebrarlo, fue la primera mujer aceptada en el Panteón, el portentoso mausoleo reservado a los grandes hombres de Francia, aunque no era hombre y había nacido y crecido en Polonia.

A fines del siglo diecinueve, Marie Sklodowska y su marido, Pierre Curie, descubrieron una sustancia que emitía cuatrocientas veces más radiación que el uranio. La llamaron polonio, en homenaje al país de Marie. Poco después, inventaron la palabra radiactividad y comenzaron sus experimentos con el radio, tres mil veces más poderoso que el uranio. Y juntos recibieron el premio Nobel. Pierre ya tenía sus dudas: ¿eran ellos portadores de una ofrenda del cielo o del infierno?

En su conferencia de Estocolmo, advirtió que el caso del propio Alfred Nobel, inventor de la dinamita, había sido ejemplar:

—Los poderosos explosivos han permitido a la humanidad llevar a cabo trabajos admirables. Pero también son un medio temible de destrucción en manos de los grandes criminales que arrastran a los pueblos a la guerra.

Muy poco después, Pierre murió atropellado por un carro que cargaba cuatro toneladas de material militar.

Marie lo sobrevivió, y su cuerpo pagó el precio de sus éxitos. Las radiaciones le provocaron quemaduras, llagas y fuertes dolores, hasta que por fin murió de anemia perniciosa.

A la hija, Irene, que también fue premio Nobel por sus conquistas en el nuevo reino de la radiactividad, la mató la leucemia."

Eduardo Galeano. Mujeres.

La penicilina no salvó al primer enfermo tratado con ella. Fleming ni siquiera descubrió la penicilina. Se la encontró. Fue suerte. Volvía tras un mes de vacaciones y sus placas de petri estaban contaminadas. Las tiró, pero no todas. Uno de sus colegas le dijo lo que pasaba en una de ellas, y se lo encontró. Y tampoco la purificó para luego suministrarla a humanos. No fue él. Perdió el interés en cuanto no supo qué hacer con aquello. Llevaba años intentando buscar un antiséptico que curase las enfermedades más infecciosas. Había estado en el frente en la Primera Guerra Mundial y quedó impactado por las lesiones de los combatientes. Pero la penicilina como la conocemos fue obra de Boris Chain y Howard Florey. El primer paciente tratado con penicilina murió. Se había arañado con una rosa.

En el final de Las uvas de la ira, Rosaharn Rivers da a luz a un bebé muerto. Con los pechos llenos de leche, le da de mamar a un hombre moribundo. Rodeados de barro y mierda, en medio de ninguna parte. Steinbeck lo escribió. Hablaba sobre las consecuencias que produce una sequía de siete años y de los créditos abusivos de banqueros sin escrúpulos. Cientos de miles de personas perdieron sus tierras y su trabajo. Fue una gran movilización. Todo era polvo y ceniza. Steinbeck era de Salinas. En el pueblo quemaron su libro en hogueras, y se prohibió legalmente su lectura hasta dos años después de su publicación.

A Marie Curie la enterraron en un sarcófago de plomo.

Guerra y paz. Curioso, ¿no? Tenía razón Hirst con aquella cabeza de vaca comida por gusanos. La vida y la muerte.

Como decía Gompertz:

¿Espantoso? Sí. ¿Bueno? Muy bueno. ¿Arte? Por supuesto. 

Will Gompertz. Qué estás mirando.

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