Todos los lunes debo escribir algo.

Todos los lunes debo escribir algo.
Acabo de ir a la oficina de empleo de Sada. Ser demandante de empleo para alguien que, como yo, tiene sueños de grandeza bajo la epidermis es una forma de tocar el suelo con los pies y saber que retozar en el lodo en un descanso en el trabajo es a lo único a lo que podemos aspirar.
Esta entrada empezó a escribirse el 29 de julio del 2018. Ponía esto:
"Sé que no es importante. Se acaba de morir la señora que siendo yo muy pequeño me llamó Robito por primera vez. Gustó tanto que el apodo quedó para siempre en la familia".
Todos los lunes debo escribir algo.
Así, sin pensar demasiado, sin capacidad de filtrar.
Mi peor enemigo soy yo.
Poco después moría mi abuela paterna y escribía una frase. Ponía lo siguiente:
"El día que murió mi abuela Ana el vecino de abajo colgó un paraguas del pasamanos del revés".
Todos los lunes debo escribir algo.
La orientadora laboral me ha leído entre líneas para saber lo que todo el mundo sabe. Que no sé venderme. Me ha propuesto estructurarme el día como si tuviera un trabajo que hacer.
- ¿Sabes escribir? Pues escribe.
Todos los lunes escribe algo.
Todos los lunes debo escribir algo.
He trabajado con los mejores y mi currículum parece una enumeración de víctimas pasadas. Está claro que no sé venderme. 
El número de teléfono es muy pequeño y apretado. Mi foto es de alguien que mira de soslayo. Mi email no tiene sentido y despista.
Todos los lunes debo escribir algo.
Hace unos días, temiendo que tarde o temprano mi cabeza me avisaría de la necesidad de hacer, lanzo la pregunta de a cuántos les interesaría estar en un taller de edición conmigo. Me responde gente a la que le debo algo. Dinero, una boda, estar.
Todos los lunes debo escribir algo.
Me dijo -la orientadora- que llegaré a los cuarenta con una crisis existencial. Me preguntaré sobre mi pasado y no me dejará avanzar.
Que qué quiero ser yo de mayor.
Un genio. Fama y dinero. O mejor dicho solo fama. O solo dinero.
Todos los lunes debo escribir algo. Lo que sea.
Se acaba de morir Emilio Espiñeira. Uno de los que me soportó durante dos años cuando escribía sobre los afectados por el amianto. Durante el covid se murió el padre de una de mis Marías. Otra perdió a su padre por un cáncer. Me pregunto cómo se despide uno sin estar. No puede.
Todos los lunes debo escribir algo.
Todos los lunes debo escribir algo.
Todos los lunes debo escribir.
Algo.

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