Tirando de hemeroteca personal.



A veces vuelvo sobre mis pasos para ver qué encuentro. No es morriña, ni predilección por tiempo pasados. No. Me gusta en lo que me voy convirtiendo. Es solamente fijarme bien en dónde he pisado. Tanto si ha salido bien, como si no.
Revisando entre los archivos de las prácticas que fui mangando de la hemeroteca, he querido encontrar este artículo. Fueron tres meses intensos en los que aprendí un huevo en la redacción de Lalín de La Voz de Galicia, gracias a personas como Oli, Marcos, Miguel, Lorena, las dos Rocíos, Javier, Amelia, Montse o Pablo, que me lo hicieron fácil pese a la exigencia constante y continua de darle de comer a la bestia. De esa experiencia le tengo especial cariño a esto. El resto no fue gran cosa. Pero éste merece la pena. Ahora que parece que se va todo a pique en la empresa, ahí va mi dedicatoria. Por lo que me enseñasteis.

Los hombres siegan. Las mujeres atan. A pleno sol. Siete ferrados de trigo y centeno, a mano.
Ahora son una veintena, pero hace décadas, antes de la llegada de las máquinas, padre e hijo, mano a mano, hacían la misma tarea.
Aurora es veterana en atar fardos de paja. Casi cuatro décadas dan para que parezca fácil a los ojos del inexperto. Pertenece a una generación de manos trabajadas y piel curtida. Manolo, presidente del Museo Casa do Patrón, recuerda lo duro de pasarse días con la espalda curvada«moito teño segado co meu pai. Eran outros tempos. Agora faise en grupo, coma homenaxe os nosos maiores, pero antes era exclusivo da familia».
Recordando tiempos pasados, el museo Casa do Patrón y los vecinos de Codeseda, con la colaboración de la Asociación de Veciños de Vilatuxe, segaron, en la tarde de ayer en Doade«unha moi boa colleita», explica Manolo.
Justo antes del puente del ferrocarril, en la finca de Mouriscade, hombres y mujeres mostraban rasguños y botas llenas de tierra seca; mientras, pasa un ferrocarril, y un vecino avisa «sácalle unha foto, que así vese o contraste». El mismo contraste que todos los años viven como pequeño homenaje a los que ya no están, como aquellos migrantes de Rosalía de Castro:
«Castellanos de Castilla, 
tratad bien a los gallegos; 
cuando van, van como rosas; 
cuando vuelven, vuelven como negros».

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