Trucos para la crisis (director's cut) 2013


















Esto lo escribí allá por el 2008, cuando comenzaba la crisis, y a algunos ya se nos hervía la sangre, mientras la mayoría optaba por mirar a otro lado. Era mi último año de carrera. En Coruña. Lo he editado, corregido y añadido un par de cosas. Me hago mayor, háganse cargo.

Juro que cada vez llevo peor el tener a la caja tonta como compañera mañanera de almuerzos resesos. Y lo digo en todos los sentidos. Quiero decir, que hasta el tener el aparato material en el salón empieza a regurgitarme las tripas cada vez que mis pies tocan la madera pegada del suelo. Exceptuando el mediodía -que sólo veo dibujos animados- el resto de la jornada apenas toco el televisor, salvo para poner películas y cenar viéndolas, ya que para fregar uso música, y para cagar me basta el diario gratuíto múltiple que te dan en barrunta cuando alcanzas un puesto de reparto cerca de la parada del bus, y parece que te van a moler a palos con tanta gente disfrazada de colorines, infinidad de gracias en dolbisorraun incorporada, salidos todos ellos de mil flancos, mientras una docena de brazos extendidos te ofrecen la mercancía. 
Lo de la tele, que no. Joder, es que no es justo. Es como el móvil. Te crean una necesidad, hasta el punto de non retorno, y no te lo puedes quitar de tu vida ni a patadas, y encima te joden la marrana cada dos por tres, y te exprimen, te cuecen, y cuando ya estás hasta los cojones, se ríen en tu cara y solamente te quedas con la impotencia de no poder decir ni mu. Me explico.
El otro día fue la gota que colmó el vaso, la jarra, el bidón, el tanque de almacenamiento y todos los barriles de un año de producción de Terras Gauda. Me levantaba cuando no estaban las calles puestas, lavándome las manos para ponerme a hacer el desayuno y encendiendo la tele cuando, en plena posición de firmes, un-dos-un-dos-pichafuera... ar! escucho sorprendido los trucos del almendruco para sobrevivir durante una jornada sin gastar un napo, en estos tiempos de crisis en los que vivimos por encima de nuestras posibilidades, obligándonos a dejar de lado el comer un suculento plato de carne de perro a la brasa. Lo puedo jurar con mis dientes que se me cortó el chorro ipso facto, se derritió la escarcha cojonera y las legañas saltaron solitas al abismo al grito de banzai. Me acerqué veloz a la pantalla y escuché, con medio gallumbo colgando, cómo el intrépido reportero dicharachero acudía a un bar en el que podía tomar el desayuno gratis mientras jugaba a las cartas en inglés con un nutrido grupo de intercambiadores de idiomas (¡yo os maldigo bilingües!), porque de lo contrario sería invitado a fregar los platos del local. Anuncios. En este momento de frivolidad y bizarrismo absurdo, extremé prestancia a mi almuerzo, meada y aseo general para volver en mi asombro con los trucos del Dr Andreu para las dos, el catarro y la tos. Entonces, con media rebanada de pan con mantequilla y mermelada en la mejilla, el reportero dicharachero aparece en escena de nuevo, maquillado y risueño cual hijoputa engominado (lo habéis pillado, ¿eh? ¿EH?), contando que, bueno, con tanta partidita y tanta leche, ya habían dado las dos del mediodía, ¡y todavía no había comido nada! Temereroso de Dios como estaba, no pestañeé un solo segundo para ver cómo se sacaba las castañas el intrépido gilipollas. Más anuncios. Entonces vi con asombro que lo que proponía, en tiempos de cólera, crisis mundial y doscientas muertes por metro cuadrado era... ¡comer gratis en una suculenta degustación!! Tachán. Anuncios. Me atraganté, con la tostada, el café rancio y la saliva. Arg, mierda, toda la mesa empapada. Qué burro y cuán ignorante de mí, cielos, maldición, que no sabía nada de eso. Qué harán los pobres de mi ciudad, que se pasan todo el día en la calle, pudiendo jugar a las cartas gratis en inglés y yendo de degustación en degustación para salvar sus maltrechos estómagos. A la mierda la Cocina Económica, pensé. ¡Qué despilfarro! ¡Qué derroche! Habrá que contarle a todo el mundo semejante descubrimiento culinario, ¡nos salvaremos todos! Y cuando, ante tal iluminación, mi cuerpo me regalaba un estupendo multiorgasmo de narices, el intrépido corresponsal de truquis para la crisis de la muerte mortal, continua su itinerario hacia otro paraje inhóspito, lleno de posibilidades. ¿No puede ser! Pero... ¿es que hay más? Casi tartamudeaba, acongojado como estaba. "Hoy -proseguía el muchachote maquillado made in MaxFactor, el maquillaje de los maquilladores- continuaremos la jornada llenando nuestro cerebros pensantes de cultura y sin gastar ni un duro". Y al rato se recorría varios museos y centros cívicos sociales y culturales comentando la amplia oferta de actividades y cuadros y señoras con bisutería barata. ¡VÁLGAME CRISTO! Qué perdido estaba, pero, ¿cómo es posible? ¡A los putos museos ya!, coño. Quitemos el detalle de que, para llegar a los museos que proponía hay que gastarse una pasta en metro, ya que tardaríamos una media hora a patita entre uno y otro, y la mayoría de estos centros cobran el resto de la semana. ¡Da igual! ¡A la puta calle ya, joder! Malditos quejicas de mierda. Bastardos lameculos, ¡siempre pidiendo todo hecho! Debería daros vergüenza, estar ahí haciendo cola en un comedor comunal, pudiendo seguir la sabiduría de este rompebragas. Si es que, hasta tardar tanto en comerme la tostada de los huevos me estaba provocando náuseas. Debería estar ahí, donde el tipo lo dice. ¿No ves que estás despilfarrando el dinero? Ya está bien... Tanta hipocresía con ayudar a los débiles, a los más pobres, a los desamparados... ¡Debería decírselo a todas esas personas que, en paro o en camino de, se pasan las mañanas buscando ofertas de empleo en revistas baratas! ¡Rayos y retruécanos! ¿Es que no se dan cuenta? Gastan el dinero en periodicuchos en vez de enriquecer sus mentes atrofiadas en museos gratuitos y  degustaciones por la cara y partidas de mus con guiris sin calcetines ni chanclas. Qué crisis. ¿Alguien dijo crisis? Este programa nos salvará a todos del mal, sólo necesitamos que los políticos -en fin- y los economistas -otro tanto- nos escuchen o, mejor dicho, escuchen a este buen reportero que, con mucha gracia y más de lo mismo en maquillaje nos ha asombrado a todos con una sencillez y un desparpajo increíbles mientras, sin tener ni puta idea de lo que pasa a su alrededor, ha simplificado todos los problemas del sentido de la vida en veinte minutos.
Después de tanta frivolidad y tanta mierda junta, ya estaba un poquito más tonto y más borrego. Tomé el bus y cuando llegué a la facultad, me di cuenta que tenía que hacer la matrícula. Cuatrocientos euros, en el primer pago de tres. Y no hay queja, puesto que hay gente que gasta el doble. Entonces recordé al reportero. ¿Qué habría hecho éste soplapollas en mi lugar? me pregunté. Mmmmm, creo que en el programa de hoy no decían nada al respecto. Pero veré mañana la tele, a ver si así cuentan algo y me libro...
Al día siguiente me levanté y, por supuesto, encendí la mini cadena. Mama´s Gun, de Erika Baduh para ser más exactos.

Rober Amado

Comentarios

Entradas populares