Y entonces...

Y entonces me licencié.

Y no tuve nada más que decir salvo un gran suspiro.

Repasé mentalmente lo que tenía que hacer esa tarde, agarré la mochila y la cámara y me puse a caminar. Pero esta vez miré al frente. No me apetecía bajar la mirada, ni tampoco sentirme incómodo. A partir de ahora, pensé, lo haré con la cabeza bien alta.

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