Analizar, contextualizar y dudar.

Satanizar, endiosar y creer es más cómodo y rentable que analizar, contextualizar y dudar. Anónimo.

Me levanto tardío con legañas hasta en la boca. Olor a café mañanero y pan tostado, mientras mis piernas titubeantes no saben a quién arrimarse para aguantar el poco calor que les queda. Miro el horario de las clases que me faltan. Da tiempo hasta para encender la caja tonta y babear un rato. Hoy no es un día especial, y las pocas ganas que le pongo a levantar los párpados lo demuestran. Como, me lavo, me visto. Carpeta, mochila, llaves, móvil y cartera.
Salgo a la calle. Olor a croissants recién hechos en la panadería, cruzo la calle. Olor a hierba cortada del campo. Bus. Olor a sudor y alerón chamizo. Qué puto asco me dais, joder, pienso para mis adentros. Salgo de la lata de sardinas gigante color rojo carmín putón verbenero. Cruzo la puerta, flanqueada de cigarrillos mañaneros. Café rancio, palabras de afecto, noticias cortas, sin chicha, sin nada. El mundo, el nuestro, el primero, parece pararse cuando tu actividad -y la de todos- se muestra rutinaria. No hay queja, reflexiono. Otros no tienen las mismas oportunidades que yo. ¿Que es un coñazo? Bueno, sí, pero malo será. Es sólo cuestión de tiempo.
Clases, susurros, tonos horteras de móviles de gente despistadiza y tocapelotas. El profesor, uno de los veteranos del mundo, se me acerca y me dirige cuatro ataques frontales. ¿No quedaste en llamarme? Bajo las orejas. Desde luego, hoy no es mi día.
Acaba la clase y espero al profesor. Le acompaño a su despacho. Que qué me pasa, que te veo apagado. Levanta ese ánimo, que queda poco. Antes de llegar al pasillo que da a su puerta, entre confianza e inquietud, nos desviamos a la puerta principal. Cruzo otra puerta flanqueada de olor a cigarrillos. Y yo, hasta los cojones de tanta parsimonia mental, me fumo uno, de esos negros que apestan y que sólo me gustan a mí, a las once y media de la mañana, con las papilas gustativas todavía macerando la cena de anoche, hablando de viajes culturales, del mundo, de guerras y del pasotismo en general. Dale caña al asunto, que sabes muy bien que hay futuro en eso. Que es una pena que no haya gente que se meta en el tema con más seriedad, dejando de lado el puto morbo y la noticia fácil. Que no todo es tan bonito y, si te interesa, cuando acabes, yo te echo una mano, y ya verás cómo los jodemos vivos. Adrenalina en vena. Espasmos de hipotálamo. Pupilas midriáticas. Hoy, a éstos hijos de puta, me los como con patatas. Y una cerveza. Bien fría.

Esto es una mañana cualquiera de un día cualquiera. Salvando las pequeñas diferencias, transformadas, a veces, en palabras sabias, de afecto, o miradas, gestos, sensaciones de esas que te ponen la piel como escarpias, etc. Tardo como unas dos horas en darme cuenta de quién soy y lo que quiero ser de mayor. A veces te da el estúpido bajón, y te pones a pensar que si no sería mejor dejarlo todo, mandarlo a la mierda, y hacerme panadero, o meterme en el ejército. En fin. No somos lo suficientemente gilipollas hasta que nos sentimos solos, y es en esa falsa sensación de soledad cuando nos damos cuenta de nuestro gilipollismo, y no por el gilipollismo en sí, sino por lo ridículo que resulta ser el único gilipollas existente en toda la sala que piensa que es un gilipollas. Ese letargo lo tenemos todos, y con los años, la experiencia aprendida y la consiguiente madurez, pasa antes y tarda menos en desaparecer. O dicho de otro modo, que cada uno acaba apechugando con lo suyo. Para ello, el individuo usa de sus triquiñuelas para zafarse del tan ansiado momento de soledad, abulia, sufrimiento y desesperación gilipollas. No conozco muchas maneras , sólo la mía.
Ya hace unos años que quería verme con un chaleco del coronel tapioca, una cámara reflex y mochila al hombro entre paisajes de desolación, muerte y hambre. Quería contar lo que pasaba en el "otro" mundo. Con el tiempo, la cosa va cambiando, y no en esencia, porque sigo empecinado en hacer lo mismo el día de mañana, sino en la forma. Como bien me dijo mi buen profesor de facultad, un tipo muy culto y muy sabio, es necesario contextualizar el mundo en el que vivimos. Rodeados de noticas rápidas y banales, resulta complicado encontrarnos a nosotros mismos pretendiendo, a la vez, seguir la estela que marca la Historia. Un poco como el inicio de Trainspotting, de Irvine Welsch: buscar un empleo, una casa, una novia... Ya sabéis lo que conlleva. Amuermados como estamos todo, o al menos, la mayor parte del día, parece lógico ver las consecuencias de tal actuación. Frustraciones en la identidad, en el hogar, en las relaciones personales, en las laborales. Sin siquiera querer cambiar de modo, de fondo, nos conformamos con lo superficial. Aprovechamos el mes de vacaciones en un crucero, en un paquete turístico, que nos llevará por los mismos lugares que a cientos de guiris, con sus calcetines blancos por dentro de las chanclas, grabándolo todo de forma compulsiva, para luego, como citaba Andy Hergreaves, buscarse a sí mismo en fotos, en mensajes del móvil, para darse cuenta que alguien quiere algo de ti. Por eso ya no lucho contra todo. Intento que no me cambien, y empiezo las pocas revoluciones que emprendo desde el principio, desde mí hacia afuera. Y para ello contextualizo, pienso, dudo, rebato. Y cuando algo me sobrepasa, pido ayuda. Veo. Aprendo. Leo. Si observo mis pies por encima del suelo, recuerdo los textos de Leguineche sobre los niños de la guerra, la infancia muerta de tanta gente en el mundo, con las imágenes de Gervasio Sánchez, las mutilaciones de campesinos, de civiles, de daños colaterales, los trabajos fotográficos de Salgado en las diferentes partes del mundo "no civilizado", discuto la doble moral con libros de Saramago o Pérez-Reverte, imagino mundo nuevos con Orwell, Huxley, Golding o Moro, reflexiono sobre nuestro cerebro con Sacks, siento con Kafka, Monzó, Auster, Cortázar, Elorriaga, Sender, Burgess, Golden, Borges, Kundera y Miller, aprendo historias repasando a Ryan, Eslava Galán, Sampedro, Gombrich, Larra, y cuando quiero cagarme en todo, hago un breve resumen mental en el retrete, como todo cristo, antes, durante y después del esfuerzo previo que supone echar una buena jiñada a gusto. Encontes los pies vuelven a la tierra.
Tengo respaldo de sobra para poder afrontarlo todo con un poquito -solamente un poquito- de sesera, y dejarme de polleces cuando las cosas se ponen algo feas. A fin de cuentas, no todo está tan mal, y quien diga lo contrario es que todavía no se ha dado cuenta de lo gilipollas que puede uno llegar a ser. Basta de quejas y de memeces. Se supone que el mundo es nuestro. No lo desperdiciemos. No la caguemos ahora.
O como decía Raquel Seco,"... yo no lo he visto todo. Aún no me basta."

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