Lectores, gatos muertos e hijos de puta, o cómo acabar contando la misma versión de la vida.

Qué gusto da regresar de retaguardia con las manos ensangrentadas, fumando negro sin tocar el cigarrillo con los dedos y que suene mama´s gun de Erikah Badu de fondo, asín como en una peli de esas yanquees donde sale el Clive Owen en plan Hijos de los hombres, todo feito unha merda, con la cara arañada por los años, como erosionado de horas de aguante frente a una tropa que parece seguir sin darse cuenta que ése no es el problema, que es otro, y que es mucho más simple de lo que piensan. Claro que, y a veces lo creo, no solemos pensar mucho y es por eso por lo que las cosas se complican.
Ahora camino entre aguas tan poco definidas como yo he querido que lo sean. Hay muchos proyectos por delante. Pero no se equivoquen, quitando a los míos, el resto no está en mi agenda. Para los nuevos , esos que se sientan en la primera fila para escuchar bien y anotar muy mucho, como autómatas, les diré lo que viene a continuación.
En breves cumplo los dos patitos, en tacos de edad y de palabras malsonantes. Y no es que parezca que vaya de veterano por la vida; es lo que parece. Los que me conocen bien lo saben. Si fumo es porque o estoy muy bien o de puta pena. Hace algo más de cuatro o cinco años que le doy a la escritura compulsiva emocional de diario, y con ello me he conocido milimétricamente como para andar dando explicaciones de pie de página. Las personas son como libros abiertos y yo, sin que me lo pidan, me dedico a leer entre líneas los párrafos más mórbidos de cada uno. No es que haya visto todo, ni mucho menos. Reconozco mi condición de hijo de puta ignorante, pero ya sabéis el refrán: " piensa el cabrón que todos son de su condición..."Es inevitable que hable de esto con este tono y esta atmósfera tan ficticia como el humo blanquecino que sale de mis pupilas cada vez que veo a algún ingenuo intentando enseñarme cómo es la vida. Porque, señoras y señores, durante todos estos años, y desde que tengo uso de razón -otra cosa es que la use- me he dedicado a descubrirla y, después de mucho batallar, he llegado a la conclusión que no hay que buscar nada. Que las cosas se hacen o no se hacen. Y tampoco quiero saber de esa murga del mundo y sus dientes y las conspiraciones ni las masas. Para masa la encefálica, que usándola un ratito todos seremos un poco mejores. Y en vez de pensar en ilusiones sin fundamento encerrados en cuatro tabiques de pladur del malo, salir a la calle y observar lo que os rodea. Hay demasiadas cosas ahí fuera como para echarlas abajo con una teoría sobre el cosmos basada en los cuatro puntos clave que recomienda Cosmopolitan para recuperar a tu maromo. Aquí no ganamos nada regocijándonos en nuestra estupidez, ni cobramos por parecer más duros, más conquistadores o más decididos. Quién sabe cuándo estableció que, además de no ser nadie, no seremos nada. No, no acerques más el pupitre. No es ni más ni menos interesante que lo del otro, y es probable que acabes dándole al botón de la parte superior de la página en donde pone Siguiente Blog antes de acabar con la perorata. Conozco esa reacción, al igual que tantas otras, porque durante muchos años me hacía pasar por pobretón desconsolado y desalmado, cuando era lo contrario. Pero en el viaje, durante el camino, te encuentras a muchos que realmente sí lo están. Gente que no tiene dónde caerse muerta, ni funeraria que cobije su alma, ni droga que consiga calmar sus ansias. Independientes como gatos, mueren como tales. Por eso no busques ni metas ficticias, ni mates a tu prójimo con la mirada si no tienes escusa para hacértelo a ti mismo. Sal a la calle, enfréntate con lo que tienes y, sobretodo, ten la valentía para mirarte en el espejo todas las mañanas y verte la cara sin pestañear. Cuando eso suceda háblame, que yo te escucharé siempre.

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