Ahora nos toca a nosotros.

" [...] Sabes de sobra que los inicios son muy duros. Lo sabes porque vives en un mundo que ni siquiera acepta tu condición sexual. Y le llaman "condición" porque somos tan hipócritas que no sabemos llamar las cosas por su nombre. Decimos que nos da miedo. ¿Miedo a qué? A lo desconocido, a ti, desde luego.
Sabes que eres la hostia y que no se te puede comparar con nadie. Los genios no hacen carreras de a ver quién es el mejor en esto o en lo otro. Nadie, en su sano juicio, puede comparar los logros de Newton con los de Einstein porque los dos fueron muy buenos en su materia. Nadie puede comparar las obras de Da Vinci, Gaudí o Dalí porque, sencillamente, es de ignorantes. Y todos ellos, en mayor o menor medida, fueron envidiados.
Desconozco la vida de todos ellos, pero sí conozco a uno con el que tuve el placer y el honor de convivir algo menos de un año. Los principios no son fáciles. Y tanto. Aún recuerdo el malestar agrio de verte solo en tu habitación azul, mientras yo veía la puta tele en el salón, viviendo a mis anchas. Y todo por mi estúpido orgullo reprimido. Por no saber extender la mano hacia el desconocido. Hasta que me dijiste hola aquí estoy, y comenzamos una amistad viendo todas las tardes el programa del Tomate, que sin ti se hace insoportable, y a vivir en vela con tus colegas en tu habitación, a base de Vodka y Ron del barato, que ibas a comprar al Lidl, sólo porque te gustaba. Y luego viviste un romance con un soplapollas que no te merecía. Y me confiabas tus secretos a cambio de unos minutos en tu habitación.
La habitación azul. A pesar de que la otra es más grande, me cambié a esta por tu culpa. Porque conseguiste verle un encanto que yo desconocía. Y en ella imaginaste una pasarela repleta de gente glamurosa que veía con impaciencia y admiración tus diseños. Imaginaste que aquel chico que te gustaba tanto acabaría renunciando a su vida por ti, o quizás no, y sólo querías cariño y comprensión. Pero esta mierda de mundo te ha tratado mal.Te trató mal cuando aquel tarado se puso a golpear la puerta del apartamento en el que vivías. Te trató mal cuando los de tu clase te hacían mísero caso de tus sueños y sólo querían ver a alguien diferente y presumir de tener un amigo gay. Te trató mal cuando gente de tu sangre te obligó a hacer algo que no querías. Sin embargo seguiste adelante. Contra todo pronóstico seguiste avanzando. Y ahora estás en Barcelona pensando en si vales o no...
Siento decirte que sólo tú sabes eso. Pero piensa que aquí hay gente que te recuerda. Dejaste huella. [Creaste escuela].

Ahora te toca a ti deslumbrar al mundo. Decirles a la cara a todos que puedes hacer grandes cosas. Que no tienes que demostrar nada a nadie. Porque los que te conocemos ya sabemos quién coño eres. Y créeme que, a algunos, como a mí, les llena de [satisfacción] y honor el hecho de decir que sí, [que] yo lo conozco, soy su amigo. Y quedarte tan ancho que el resto te dé por el culo.
Ahora te toca a ti..."


Y ha pasado tiempo desde estas líneas, sí señor. Mucho tiempo. Se las dedicaba a un amigo atormentado por esa maraña que se hace llamar mayoría y que no es capaz de ponerse los dedos en la frente por miedo a que el grosor de ésta no mida más de dos. Ha pasado mucho tiempo, aunque en esencia sigamos luchando de la misma manera, con las mismas ganas y la misma mala idea. A mí me encantaba -y me encanta- esa sonrisa tiránica que le entraba, esa carcajada casi resquebrajante que le poseía cuando veía a alguien cuyo estilismo rompía con los moldes que marcaban el momento, el lugar, la hora y el alcohol ingerido -vamos a decirlo finamente, jefe, porque cualquiera se escandaliza al decir un taco, pero tú y yo nos entendemos con miradas-. Ese juicio rápido y complejo que el muy hijoputa tenía nada más verte era algo que me sorprendía. Esa capacidad de englobar colores, texturas y ángulos de visión hasta dar con una composición única y personal. De tanto que le lamían el culo en Barcelona que, hasta los cojones de todo, quiso romper con los clichés establecidos y hacer una colección que solamente podría acabar censurada. Pero ni así. Es demasiado personal, demasiado bueno como para mirarlo a la cara y decirle que se dedique a otra cosa.
Y ahí lo tienen, señoras y señores, dando el callo en la ciudad europeísta de Barcelona, con un currículum de varias decenas de hojas -sí, es cierto, la primera vez que lo ví tenía cinco, de las cuales cuatro eran de premios que ganó- con un recorrido por medio viejo continente -en Londres se giñaron- y ahora es uno de los diez finalistas de un concurso que hace el cabrón de Amancio Ortega -ya sabéis, Zara y sus mariachis- en todo el país, presentándose casi doscientos proyectos.
¿Impresiona? A ustedes, que no lo conocen, supongo que sí. A mí no. Nanai de la china. Son esa serie de cosas que uno espera de alguien como él. En serio. Cuando me lo contaba sonreía, qué cojones, hasta me puse a gritar. Pero no por esa sensación que te entra cuando un mortal te cuenta que le ha tocado la lotería y suspiras. No es eso. Es algo que sabes que se lo ha ganado a pulso, que posiblemente el azar no le ha tendido la mano porque de un principio ya lo habría perdido todo. Contra todo pronóstico, nuevamente resurge de sus cuatro paredes para volver a deslumbrar a todos aquellos que, en su día, no supieron o no quisieron estar de su lado. Porque yo no he tenido la culpa. Ni yo ni nadie. Ha sido él solito. Y oye, que me voy a fumar un cigarro de los caros, a beberme un lingotazo de bisqui del malo y cuando acabe, con traquea y pulmones gritando socorro volveré a decir abiertamente aquello sí, yo lo conozco, soy su amigo. Y me quedaré tan ancho que, evidentemente, a ti y a mí nos dará, todo, por el mismísimo culo.

Comentarios

carracuca ha dicho que…
Pues nada. ¿qué quieres que te diga? que eres muy grande. Que sigues escribiendo como te sale de dentro. Olé.
Que yo creo en tus proyectos. Que la vagancia no podrá conmigo...

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